17/1/09

Sintió miedo al recordar, como una pesadilla, la zona limítrofe entre el sueño y la vigilia, durante la noche an­terior. Se le impuso la imagen de un pantano cubierto de burbujas aguardentosas. Había, también, un la­tido de tambores. ¿O eran palabras susurradas en su oído? Le había parecido ver, brotado de la oscuridad, un rostro distorsionado por la mueca. Un tablón había crujido en alguna parte de la casa. Medina abrió los ojos a la penumbra nocturna. Creyó ver una sombra apartarse de su lado y correr hacia la puerta. Ense­guida, el cansancio lo hundió en la inercia del reposo.
Levantó el sombrero, la prueba de que no había soñado con esa figura. En el entusiasmo por seguir la huella, había salido sin armas. La trampa perfecta. Oscurecía.
Volvió sobre sus pasos, atento a cualquier rumor, a cualquier variante en el cuchicheo de los seres vivos que salían de sus guaridas para cazar o tomar agua. Una rama chirrió.
Medina se detuvo. Le pareció que ojos humanos lo observaban. Pero enseguida el tamborileo de hojas secas y un ruido sordo le aseguraron que otro gigante de la selva había pagado su tributo al tiempo. Empezaba a dejar de ser árbol para formar parte de los insectos, de otras plantas, de animales. Como el Intangible.
Llegó al arroyo. Se sintió más protegido.
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Días después, una de las inspecciones descubrió otro sobrado. Estaba en la zona oeste del parque, un lugar que se patrullaba a menudo porque también era la ruta preferida del contrabando.
Un tronco ostentaba la marca precisa desde donde los cazadores solían colgar el cebo, un gran terrón de sal envuelto en un trapo. No lo habían usado por mucho tiempo porque los árboles cercanos mostraban las cortezas apenas más lisas. Los animales habían tenido ocasión de rascarse el lomo.
Medina examinó el suelo. En medio del atolladero de pisadas varias, vio la huella que buscaba: el dedo gordo muy separado del resto.
-Gasoil -pidió.
Roció en zigzag el pozo apenas insinuado, dibujó un círculo con el chorro de combustible y, aunque no entraba en sus funciones oficiales, empapó la huella de su enemigo hasta borrarla.
-Por el venado en el río -murmuró. Hubiera querido acercarle un fósforo.


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